En el programa electoral de Izquierda Unida se habla de discapacidad y derechos. Las propuestas en torno al tema están recogidas en el apartado referente a los servicios sociales, aunque también hay menciones en relación con la política de comunicación y las nuevas tecnologías.
Me parece que merece la pena empezar esta reflexión con un pequeño comentario de texto: la palabra virtualidad aparece tres veces en nuestro programa, una referida a la justicia militar y dos a la discapacidad. Sobre la justicia militar se puede hablar en otro momento… Pero qué interesante destacar ahora la relación entre virtualidad y discapacidad: reconocer que legislar sobre este tema produce normas escasamente efectivas pone de manifiesto que de hecho no consideramos a las gentes con alguna deficiencia como ciudadanas plenas.
Y esto va a ser así mientras todo lo que tengamos que decir sobre discapacidad nos quepa en el ámbito de los servicios sociales. En mi opinión, el tema tendría que haber estado incluido en el apartado 5, “Mejorar los derechos, asegurar su cumplimiento…”. Una organización como la nuestra tendría que dejarse interpelar por las propuestas políticas elaboradas por las personas con discapacidad; no sólo por las de los profesionales de la discapacidad ni las de las expertas sobre discapacidad, porque enfocar sólo a profesionales y expertas es lo que nos lleva a ceñir el tema a los servicios sociales. Lo que quiero decir es que, de la misma forma que otros colectivos que se reconocían como tales en razón de una exclusión determinada han ido haciendo aportaciones para una sociedad más justa (más madura e inclusiva), las gentes con discapacidad están elaborando reflexiones —sobre el ser humano, su cuerpo, la gestión de la autonomía aun dentro de la dependencia o la reivindicación de la vulnerabilidad como elemento revolucionario— que creo imprescindibles para entender mejor quiénes somos y buscar caminos de desarrollo personal, o sea, de justicia social, sin tener que adecuarnos a estándares corporales que, lo siento, muy poca gente cumple.
Creo que la izquierda tiene pendiente incorporar a su praxis las propuestas de las personas con discapacidad. Ante la corrección política que supone el actual reconocimiento de derechos como si todas las personas fuéramos iguales, tenemos el reto de devolver a tullidas, deficientes mentales, seres incompletos, deformes, su condición de sujetos políticos plenos, capaces de desvelar las trampas de la normalidad —la mentira del ciudadano universal, la necesidad de tener un cuerpo estándar para mayor gloria del mercado—, y revelar otro mundo posible: diverso, maduro, justo, bueno.